Cada ciudadano del “primer mundo” acumula entre 300 y 500 compuestos químicos persistentes y pseudopersistentes en su organismo, sustancias tóxicas que proceden de la alimentación, la cosmética y el sector textil y que, según los expertos, ya nos pasa factura.
Según dijo a Servimedia el director científico del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada, Nicolás Olea, un estudio de la Universidad de Granada ya analizó en el año 2007 la presencia de compuestos orgánicos persistentes, sustancias potencialmente peligrosas para la salud, en cerca de 400 adultos.
Los resultados de este trabajo fueron escalofriantes: todos los participantes acumulaban en su organismo DDE, principal metabolito del DDT, un pesticida usado en España hasta la década de los 80. Nueve de cada diez presentaban hexaclorobenceno, un fungicida, y hexaclorociclohexano, insecticida utilizado en el tratamiento de la sarna y para la eliminación de piojos. Y un largo etcétera.
Olea distingue entre compuestos químicos persistentes y pseudopersistentes. Los primeros, los que “todo el mundo tiene”, se fijan de forma permanente a nuestro tejido graso desde el momento en que entramos en contacto con ellos. Proceden de la agricultura y la ganadería, por lo que llegan a nosotros a través de la alimentación (del pescado, de la carne o de la mantequilla, por ejemplo), o “de nuestra propia madre”, ya que los contaminantes almacenados en el organismo de la mujer pasan al feto durante el proceso de gestación.
Los químicos pseudopersistentes, por su parte, son aquellos que, aunque no los acumulamos de por vida, están presentes de forma habitual en nuestro organismo, “porque nosotros mismos nos encargamos de tomar nuestra dosis diaria”.
Están en todas partes: en la cosmética que utilizamos -en el desodorante, en el gel de baño-, en la comida que ingerimos, en el agua que bebemos. “No se acumulan, ya que los eliminamos, pero siempre están ahí”, explica este experto.
La Universidad de Granada ha liderado también varios estudios que relacionan la presencia de compuestos orgánicos persistentes en el organismo con un mayor riesgo de sufrir diabetes tipo 2.
La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) remitió recientemente una carta a las autoridades sanitarias españolas y europeas, urgiéndoles a adoptar medidas contra los disruptores endocrinos.
Según la Sespas, estas sustancias químicas, capaces de alterar nuestro sistema hormonal, están presentes en muchos alimentos, en el agua, en envases, en juguetes, cosméticos, plaguicidas, productos de higiene personal, material de construcción y en material de uso clínico.
“Nos parece impropio de un estado democrático moderno que esta carga de enfermedad sea ignorada por las políticas públicas relacionadas con la salud, el medio ambiente, la alimentación, la industria o la economía”, subraya Sespas en la misiva.
Según dijo a Servimedia el director científico del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada, Nicolás Olea, un estudio de la Universidad de Granada ya analizó en el año 2007 la presencia de compuestos orgánicos persistentes, sustancias potencialmente peligrosas para la salud, en cerca de 400 adultos.
Los resultados de este trabajo fueron escalofriantes: todos los participantes acumulaban en su organismo DDE, principal metabolito del DDT, un pesticida usado en España hasta la década de los 80. Nueve de cada diez presentaban hexaclorobenceno, un fungicida, y hexaclorociclohexano, insecticida utilizado en el tratamiento de la sarna y para la eliminación de piojos. Y un largo etcétera.
Olea distingue entre compuestos químicos persistentes y pseudopersistentes. Los primeros, los que “todo el mundo tiene”, se fijan de forma permanente a nuestro tejido graso desde el momento en que entramos en contacto con ellos. Proceden de la agricultura y la ganadería, por lo que llegan a nosotros a través de la alimentación (del pescado, de la carne o de la mantequilla, por ejemplo), o “de nuestra propia madre”, ya que los contaminantes almacenados en el organismo de la mujer pasan al feto durante el proceso de gestación.
Los químicos pseudopersistentes, por su parte, son aquellos que, aunque no los acumulamos de por vida, están presentes de forma habitual en nuestro organismo, “porque nosotros mismos nos encargamos de tomar nuestra dosis diaria”.
Están en todas partes: en la cosmética que utilizamos -en el desodorante, en el gel de baño-, en la comida que ingerimos, en el agua que bebemos. “No se acumulan, ya que los eliminamos, pero siempre están ahí”, explica este experto.
Efectos sobre la salud
La Universidad de Granada ha liderado también varios estudios que relacionan la presencia de compuestos orgánicos persistentes en el organismo con un mayor riesgo de sufrir diabetes tipo 2.
La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas) remitió recientemente una carta a las autoridades sanitarias españolas y europeas, urgiéndoles a adoptar medidas contra los disruptores endocrinos.
Según la Sespas, estas sustancias químicas, capaces de alterar nuestro sistema hormonal, están presentes en muchos alimentos, en el agua, en envases, en juguetes, cosméticos, plaguicidas, productos de higiene personal, material de construcción y en material de uso clínico.
“Nos parece impropio de un estado democrático moderno que esta carga de enfermedad sea ignorada por las políticas públicas relacionadas con la salud, el medio ambiente, la alimentación, la industria o la economía”, subraya Sespas en la misiva.
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Publicado por: Anunciadora de Sión
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