Desde hace unos años, un lema aparece y se repite en muchos escenarios rurales. Con una dignidad renovada, los pueblos campesinos reivindican en todos los idiomas del planeta, con fuerza y firmeza, su Soberanía Alimentaria. ¿Qué significado esconden estas dos palabras capaces de aglutinar a más de 200 millones de personas campesinas en el mundo? ¿Por qué ha logrado sumar a personas de procedencia cultural tan diversa, incluyendo el mundo urbano? ¿Cómo ha conseguido este paradigma conformar todo un movimiento social global?
Soberanía Alimentaria es la respuesta para construir un nuevo modelo alimentario, que rompa la actual agricultura industrial globalizada que desde hace ya muchos años ha perdido su propósito inicial de ser un medio de vida y proveer alimentos a la población.
Para tratar de explicar esta propuesta, proponemos un sencillo trayecto con el ánimo de que puedas sumarte al viaje completo. Un viaje realizado y organizado desde la base, desde la gente, desde la lucha.
Miremos a nuestro alrededor. En lo inmediato vemos cómo nos rodean muchos campos abandonados. Las zonas rurales se siguen despoblando. Cada vez oímos más quejas de las personas que viven de la agricultura y la ganadería, no reciben precios justos y es muy duro continuar con la actividad. A la vez cuando compramos en supermercados y nos fijamos en el origen de los productos, muy pocos son de nuestro territorio. Los productos elaborados son casi todos de las mismas marcas y están compuestos de muchos ingredientes, muchos de ellos desconocidos. Si miramos más lejos pronto nos encontramos con la gran cantidad de gente que pasa hambre, nunca en toda la Historia ha habido tanta. Y sin embargo, ahora es cuando más alimentos se producen a nivel global ¿cómo puede ser esto? En los campos de los países del sur vemos grandes monocultivos de materias primas para los mercados internacionales. Apenas hay campesinas ni campesinos en la tierra y es muy difícil vivir de la agricultura.
A esta situación general de enorme abandono y precariedad de lo campesino se ha llegado por las políticas de mercado, diseñadas para concentrar el control y el beneficio económico del comercio en pocas manos.
Y ahí arranca la preocupación y surge la propuesta de iniciar un gran viaje. Desde los colectivos campesinos de muchos lugares del Planeta, se denuncia esta situación, y se exige que los pueblos recuperen la soberanía para decidir las políticas agrarias. Para ello, no puede ser de otro modo, el propio campesinado debe de estar en el centro de las decisiones, como sujeto político.
En el Estado español durante los últimos 40 años han ido desapareciendo aproximadamente 4 fincas agrarias por hora. A la par en Argentina los cultivos de soja alcanzan el 56% de las tierras cultivables.
La meta a la que queremos llegar es muy clara: un mundo campesinizado donde la vida en el campo recupere calidad y dignidad, que alimente el planeta sin explotarlo, pues somos parte inseparable de él.
¿Cómo hacer? Se calientan los motores con algunas premisas:
La primera: la soberanía alimentaria no sólo entiende que la alimentación es un derecho, algo obvio, sino que va un paso más allá defendiendo el derecho a su control, a que cada pueblo decida sobre su alimentación.
La segunda, retomando una agricultura ligada a la tierra y a los territorios, respetando sus necesidades y sus ritmos. Entendiendo la Naturaleza como algo de lo que, como seres vivos, somos parte, y no como un recurso a explotar.
Y por último, se rechaza conducir la locomotora a toda velocidad, atropellando todo lo que se ponga por delante, como se ha hecho hasta ahora insistiendo en la competitividad. Hay que manejar la máquina en base a la mutua colaboración y la solidaridad, donde nadie pierde y todos y todas ganamos.
En la primera parada del camino ya tenemos un aprendizaje, un resultado: hemos ganado autonomía. Porque es así, con recursos locales, de gestión colectiva, sin patentes ni controles empresariales monopólicos, que las personas campesinas pueden hacer y deshacer sin estar atadas a las grandes corporaciones, a sus insumos, a su control del mercado, etc.
Muy pocas empresas controlan hoy cada uno de los eslabones de la cadena alimentaria. Por ejemplo, sólo tres empresas se reparten la mitad del mercado global de las semillas comerciales (Monsanto con una cuarta parte ella sola).
Más adelante llega una parada donde encontramos un grupo de gente mayor que ha resistido siempre en el campo. Nos cuentan algunas cosas y nos damos cuenta que han mantenido unos saberes tradicionales, unos valores y una cultura muy necesaria para alcanzar nuestra meta. Les pedimos que suban al tren y les ofrecemos el mejor de los asientos.
Ahora las distancias son cortas y nos volvemos a detener. Es la Parada de las alternativas ya en marcha. Hemos llegado a iniciativas reales, que ya están construyendo soberanía alimentaria. Observamos un grupo de personas organizadas que producen alimentos, algunos para ellas, otros para la población local y el resto lo comercializan fuera de su entorno en unas épocas concretas y con prácticas justas. Esto ha generado empleos directos e indirectos, se han reactivado las economías locales y ha vuelto la vida al pueblo. En la bitácora lo anotamos. Es importante la complicidad con la sociedad. Es fundamental reorganizar los sistemas de comercialización con ella, apostando por circuitos de comercialización directos y cortos, donde prevalezca por encima de todo la confianza, y donde se garantice que los precios de los alimentos son remuneradores para las personas productoras y asequibles para las personas consumidoras.
También nuestra salud se beneficia con la Soberanía Alimentaria. No hay duda de que una agricultura campesina aporta mejores alimentos desde el punto de vista nutritivo, y son mucho menores los riesgos de crisis o alarmas alimentarias.
Surgen retos en el camino, el más importante es integrar en este proceso de lucha a hombre y mujeres en igualdad de condiciones. Las mujeres son ejemplo de construcción de Soberanía Alimentaria, y resguardo de sus valores.
El siguiente apeadero nos facilita otra clave que anotamos. La inmensa mayoría de las personas que pasan hambre en el mundo son del campo. En la medida que las políticas agrarias vayan cambiando a favor de la Soberanía Alimentaria, impediremos el acaparamiento de tierras o el dumping que tanto les perjudica. Sus tierras serán para sus alimentos, no para las industrias de la agroexportación o de los agrocombustibles.
El hambre en el Planeta no es producto de malas cosechas, sino de muchas cosechas acaparando recursos (tierra y agua) de países empobrecidos del Sur y para beneficio de las firmas agroexportadoras. Por todo esto, no tenemos dudas, el viaje nos lo exige, colgamos banderas en las ventanillas. La Soberanía Alimentaria es una propuesta política clara que dice bien alto lo que tiene que cambiar: “la agricultura no es una mercancía”; “las grandes superficies nos ahogan con su monopolio de la cadena alimentaria”; “las normativa sanitarias actuales son barreras a nuestras formas de hacer”; “los pueblos necesitan servicios públicos de calidad”…
Y entendemos –caminando- porqué más de 200 millones de personas defienden la Soberanía Alimentaria, una propuesta justa y necesaria.
LOS VALORES AÑADIDOS DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA:
Soberanía Alimentaria es la respuesta para construir un nuevo modelo alimentario, que rompa la actual agricultura industrial globalizada que desde hace ya muchos años ha perdido su propósito inicial de ser un medio de vida y proveer alimentos a la población.
Para tratar de explicar esta propuesta, proponemos un sencillo trayecto con el ánimo de que puedas sumarte al viaje completo. Un viaje realizado y organizado desde la base, desde la gente, desde la lucha.
El paisaje
Miremos a nuestro alrededor. En lo inmediato vemos cómo nos rodean muchos campos abandonados. Las zonas rurales se siguen despoblando. Cada vez oímos más quejas de las personas que viven de la agricultura y la ganadería, no reciben precios justos y es muy duro continuar con la actividad. A la vez cuando compramos en supermercados y nos fijamos en el origen de los productos, muy pocos son de nuestro territorio. Los productos elaborados son casi todos de las mismas marcas y están compuestos de muchos ingredientes, muchos de ellos desconocidos. Si miramos más lejos pronto nos encontramos con la gran cantidad de gente que pasa hambre, nunca en toda la Historia ha habido tanta. Y sin embargo, ahora es cuando más alimentos se producen a nivel global ¿cómo puede ser esto? En los campos de los países del sur vemos grandes monocultivos de materias primas para los mercados internacionales. Apenas hay campesinas ni campesinos en la tierra y es muy difícil vivir de la agricultura.
A esta situación general de enorme abandono y precariedad de lo campesino se ha llegado por las políticas de mercado, diseñadas para concentrar el control y el beneficio económico del comercio en pocas manos.
Y ahí arranca la preocupación y surge la propuesta de iniciar un gran viaje. Desde los colectivos campesinos de muchos lugares del Planeta, se denuncia esta situación, y se exige que los pueblos recuperen la soberanía para decidir las políticas agrarias. Para ello, no puede ser de otro modo, el propio campesinado debe de estar en el centro de las decisiones, como sujeto político.
En el Estado español durante los últimos 40 años han ido desapareciendo aproximadamente 4 fincas agrarias por hora. A la par en Argentina los cultivos de soja alcanzan el 56% de las tierras cultivables.
El mapa
La meta a la que queremos llegar es muy clara: un mundo campesinizado donde la vida en el campo recupere calidad y dignidad, que alimente el planeta sin explotarlo, pues somos parte inseparable de él.
¿Cómo hacer? Se calientan los motores con algunas premisas:
La primera: la soberanía alimentaria no sólo entiende que la alimentación es un derecho, algo obvio, sino que va un paso más allá defendiendo el derecho a su control, a que cada pueblo decida sobre su alimentación.
La segunda, retomando una agricultura ligada a la tierra y a los territorios, respetando sus necesidades y sus ritmos. Entendiendo la Naturaleza como algo de lo que, como seres vivos, somos parte, y no como un recurso a explotar.
Y por último, se rechaza conducir la locomotora a toda velocidad, atropellando todo lo que se ponga por delante, como se ha hecho hasta ahora insistiendo en la competitividad. Hay que manejar la máquina en base a la mutua colaboración y la solidaridad, donde nadie pierde y todos y todas ganamos.
El camino
En la primera parada del camino ya tenemos un aprendizaje, un resultado: hemos ganado autonomía. Porque es así, con recursos locales, de gestión colectiva, sin patentes ni controles empresariales monopólicos, que las personas campesinas pueden hacer y deshacer sin estar atadas a las grandes corporaciones, a sus insumos, a su control del mercado, etc.
Muy pocas empresas controlan hoy cada uno de los eslabones de la cadena alimentaria. Por ejemplo, sólo tres empresas se reparten la mitad del mercado global de las semillas comerciales (Monsanto con una cuarta parte ella sola).
Más adelante llega una parada donde encontramos un grupo de gente mayor que ha resistido siempre en el campo. Nos cuentan algunas cosas y nos damos cuenta que han mantenido unos saberes tradicionales, unos valores y una cultura muy necesaria para alcanzar nuestra meta. Les pedimos que suban al tren y les ofrecemos el mejor de los asientos.
Ahora las distancias son cortas y nos volvemos a detener. Es la Parada de las alternativas ya en marcha. Hemos llegado a iniciativas reales, que ya están construyendo soberanía alimentaria. Observamos un grupo de personas organizadas que producen alimentos, algunos para ellas, otros para la población local y el resto lo comercializan fuera de su entorno en unas épocas concretas y con prácticas justas. Esto ha generado empleos directos e indirectos, se han reactivado las economías locales y ha vuelto la vida al pueblo. En la bitácora lo anotamos. Es importante la complicidad con la sociedad. Es fundamental reorganizar los sistemas de comercialización con ella, apostando por circuitos de comercialización directos y cortos, donde prevalezca por encima de todo la confianza, y donde se garantice que los precios de los alimentos son remuneradores para las personas productoras y asequibles para las personas consumidoras.
También nuestra salud se beneficia con la Soberanía Alimentaria. No hay duda de que una agricultura campesina aporta mejores alimentos desde el punto de vista nutritivo, y son mucho menores los riesgos de crisis o alarmas alimentarias.
Surgen retos en el camino, el más importante es integrar en este proceso de lucha a hombre y mujeres en igualdad de condiciones. Las mujeres son ejemplo de construcción de Soberanía Alimentaria, y resguardo de sus valores.
El siguiente apeadero nos facilita otra clave que anotamos. La inmensa mayoría de las personas que pasan hambre en el mundo son del campo. En la medida que las políticas agrarias vayan cambiando a favor de la Soberanía Alimentaria, impediremos el acaparamiento de tierras o el dumping que tanto les perjudica. Sus tierras serán para sus alimentos, no para las industrias de la agroexportación o de los agrocombustibles.
El hambre en el Planeta no es producto de malas cosechas, sino de muchas cosechas acaparando recursos (tierra y agua) de países empobrecidos del Sur y para beneficio de las firmas agroexportadoras. Por todo esto, no tenemos dudas, el viaje nos lo exige, colgamos banderas en las ventanillas. La Soberanía Alimentaria es una propuesta política clara que dice bien alto lo que tiene que cambiar: “la agricultura no es una mercancía”; “las grandes superficies nos ahogan con su monopolio de la cadena alimentaria”; “las normativa sanitarias actuales son barreras a nuestras formas de hacer”; “los pueblos necesitan servicios públicos de calidad”…
Y entendemos –caminando- porqué más de 200 millones de personas defienden la Soberanía Alimentaria, una propuesta justa y necesaria.
LOS VALORES AÑADIDOS DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA:
- Asegurar la dignidad y las formas de vida del campesinado.
- Ser proveedora de alimentos sanos y de calidad.
- Permitir a las pueblos campesinos empobrecidos del Sur, retomar su vida con dignidad, erradicando el hambre y la pobreza.
- Ayudar a la incorporación de más personas a la actividad agraria.
- Ser motor de una nueva economía ruralizada, relocalizada y sostenible; fuera de los movimientos especulatorios y financieros.
- Mantener unas prácticas agrarias y alimentarias que aseguran la salud del Planeta. – Desarrollar y fortalecer las alianzas entre organizaciones que luchan por un mundo rural vivo, además de crear vínculos entre la población agraria y urbana.
- Recuperación de conocimientos campesinos y de la cultura alimentaria de todos los pueblos. – Contribuir a enfriar el Planeta
- Asegurar un Planeta rico, con biodiversidad de especies animales y vegetales.
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FUENTES:
Publicado por: Anunciadora de Sión
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